De estudiantes
Al morir Celia, dejó en herencia la casa a Horacio, el relojero. Sus hijos amantes de la montana, frecuentaron la casa muchos temporadas de verano, donde iban con amigos a pasar unos días en libertad. En la casa había agua corriente y la débil luz que producía la fábrica (hidroeléctrica) del pueblo. La cocina era una habitación oscura, con las paredes amarillentas, una mesa grande y un banco en L. Este banco tenía además con una pequeña mesa redonda abatible, muy curiosa. Al lado de la cocina principal estaba la cocina del horno donde, claro, estaba el horno de lena para cocer el pan. Este era un cuarto pequeno con las paredes y las estanterías ennegrecidas de hollín y un pequeno ventano por el que casi no entraba luz. A parte de las cocinas y otros pequenos cuartos llenos de trastos, sólo había una habitación habitable: el cuartón. Se llamaba así porque era una habitación muy grande, en la que había varios armarios, mesitas, y unas cinco camas, cada una de ellas con varios colchones de lana apilados sobre cada una de ellas, todo ello dispuesto aparentemente de un modo aleatorio. Esas eran todas las comodidades. Las jornadas en la casa de la Cueta consistían en ir de monte, volar una cometa, beber leche recién ordenada, cocinar macarrones en un camping-gas, dormir en la era viendo las estrellas o charlar interminablemente sobre cualquier tema trascendente. |