Desgracia

 

El 3 de marzo de 1935, fue el día de la desgracia. Mucho nevaba aquel día. Como era costumbre se arreglaron cuadrillas para ir a espalar la nieve del camino hasta la Vega y mantener así el pueblo comunicado. Estaba arreglado así en los pueblos, cada uno tenía que encargarse de la limpieza de sus caminos. De casa de Baldomero fue Pepe, de la casa de los Cobrana fue Regina, la sobrina de la tía Juana, y así. En casa de mi madre mi abuelo se quedó a cuidar el ganao, porque era el que mejor sabía la cantidad de agua y de hierba, que no fuera poca, ni mucha, que tenía que durar todo el invierno lo que con tanto esfuerzo se había guardado en el pajar el verano pasado. Así que para cumplir con las obligaciones para con el pueblo fue mi abuela Serafina. La Cueta es un pueblo alejado de los demás. Mucho había que espalar porque había que ir desde el pueblo hasta la curva de Carceo, a casi 6Km, donde estaba la linde con la Vega. Pero había mucha gente en el pueblo entonces. Algunos opinaban que el día estaba muy malo, pero el alcalde de entonces, un tal Plácido quería abrir el camino, dicen que para poder llevar a un pariente suyo,que era de San Félix, de vuelta a su casa. Mucha nieve había. Por el vicio metía una fornada de nieve de tres veces la altura de una persona. Las gentes trabajaron duro aquel día, pero en Cacabillo, después de más de 4 kilómetros avanzaos, tuvieron que dar la vuelta y volver a sus casas. Bueno, no todos, algunos siguieron hasta la Vega, donde tenían parientes. Otros no pasaron de Quejo, como la tía Firmina, agotada, que se quedó en casa de Eduardo. Mi madre, que era una nina de no más de 4 anos, recuerda cuando llegó la abuela a casa con los carambanos de hielo colgando de las narices y las orejas, empapada y congelada la ropa. Menos mal que el abuelo había metido a los ninos en la cama para que estuviese caliente cuando ella llegase.

Murieron Isidro y Plácido. La avalancha les pilló en Bocarrío. Cuando les alcanzó la montonera de nieve unos iban un poco más adelante, otros un poco atrás y así salvaron, pero ellos dos no pudieron escapar y se enterraron con el río.

Días más tarde, cuando el tiempo lo permitió, mucha gente de toda Babia vino a espalar para sacar los cuerpos sepultados. Aunque eran muchos brazos tardaron una semana en encontrar los cadáveres de Isidro y Plácido. Una cruz recuerda el lugar de la desgracia.